domingo, 2 de febrero de 2014

Comunicado de autodefensa

No tengo ningún problema en escribirte directamente, al fin y al cabo esta es casi tu casa. Aquí he guardado cada momento, cada recuerdo y cada pensamiento, a veces tan disfrazado que ni yo misma puedo entender ahora algunas veces a qué me refería cuando lancé esas palabras. Pero todas venían de mis sentimientos.
Y estas no van a ser menos.

Te quiero. Y cualquiera que me conozca lo sabe. A veces te he querido mucho, a veces me has dado verdadera tirria y montones de veces más nos hemos tirado los trastos a la cara sin piedad para luego reírnos de una gilipollez juntos al día siguiente. Me importas. Y cualquiera que me conozca lo sabe. Me importas hasta cuando digo que no me importas y me seguirás importando porque para algo has sido protagonista de mi peli durante meses y meses y meses, tantos meses que han llegado a formar años. Y no, no te quiero echar de la película ya, así, tan pronto, ni siquiera cuando rompo el guión y me voy enfadada. Seguro que tú también tienes una lista infinita de motivos por los que dar portazo y no volver nunca más, y a veces me pregunto qué guiño del destino hay detrás de todo esto para que al final no podamos estar el uno sin el otro. Una vez incluso "Alguien" llegó a decirme que no importaba lo que viniera para mí en los capítulos siguientes, que Tú ya eras el hombre de mi vida. Y yo hoy, sentada en la cama con el ordenador en las rodillas y estas pintas de loca te aseguro por lo que más quieras que de haber sabido todo lo que se avecinaba me habría ido bien lejos para no volver en aquel preciso momento.

Y conforme fue pasando el tiempo, menos tuvimos que echarnos a la cara el uno al otro, pues ambos tuvimos la culpa de que nuestra relación fuera una montaña rusa; así nació, así seguirá. Y yo nunca te he culpado por no quererme como yo te quise a ti: yo nunca te he pedido que me quieras. Sin embargo, mucho tengo que agradecerte pues siempre has sabido quererme a tu manera, tenerme en cuenta, para lo bueno y para lo malo, como tú dices. Has sido mejor amigo de lo que muchos llegarán a saber, pero eso no te convierte en el único; de hecho, me vaya bien o mal (más bien mal), puedo dar gracias a diario por la gente que me rodea, esa que me quiere aun cuando más insoportable soy: esa que se quedó conmigo cuando tú te quedaste al otro lado de la puerta, ¡Y ojo! De nuevo sin reproches, porque yo saqué el "Mihura" que llevo dentro para seguir siendo tu amiga a pesar de todo y tú hiciste lo que mejor sabes hacer, seguir estando ahí hasta cuando yo pretendía apartarte, jugando tus cartas, interpretando ese papel en mi vida del personaje (y nunca mejor dicho lo de personaje) que nunca se ha de marchar.

Y todo este cuento viene porque ahora te quieres marchar. Porque, básicamente, me has castigado. Me has castigado por estar enamorada de alguien malo malísimo (que no eres tú): me has castigado porque sientes que te he dejado atrás, y me has castigado porque la versión de mí que te gusta es aquella que no puede vivir sin ti, y entre otras cosas, no conoces otra. Así que por nosécuántavezyahoy te digo que lo siento. Siento ser un quebradero de cabeza, siento ser una carga, siento estar ciega y ser un poco torpe. Siento que se caigan las expectativas de los que me rodean por mi culpa, nada más lejos de mi intención. Lo siento de veras. Creo que esta tarde he dicho varias veces "Yo sólo pido..." y ha sido un error. Porque yo no pido nada, porque entre otras cosas no creo que la amistad se pida. No creo que el que está ahí ofreciendo su hombro para que lloren en él lo haga porque se lo han pedido, sino que lo hace porque lo siente así. Al menos yo lo siento así cuando me toca estar en el otro equipo.
¿Comprensión? ¿Paciencia? ¿Apoyo? Lo que queráis darme...
No pasa nada; yo sabía a lo que me exponía, conocía los riesgos, lo que podía perder, y lo que podía ganar. Y lo que más me cuesta hacer ver al mundo en los últimos meses es que estoy donde estoy porque yo lo he querido así. Ah, y además he sido muy feliz por cierto...


Pero hay una cosa en la que sí te voy a dar la razón: tengo que quererme un poco más. Y voy a empezar desde este momento. Voy a confiar en mí y en lo que siento y a permitir que los consejos de los demás sean guías pero en ningún momento cuerdas. Y voy a llorar si me apetece llorar y a pelear un poquito más si aún me quedan fuerzas. Si no quieres estar ahí, no te guardaré ningún rencor. Al fin al cabo no somos tan distintos, y a pesar de los consejos (sabios consejos) de los de nuestro alrededor, todos tenemos en nosotros mismos la última palabra: la decisión final.

Y la mía aún no ha llegado.
Y la suya tampoco.
¿Y la tuya?