martes, 27 de agosto de 2013

Tormenta de verano

Hoy, tras muchas semanas de quietud y paz, en este nuevo yo que supone contar hasta diez y morderse la lengua antes de chamuscar a alguien con palabras, me he enfadado con el mundo. No me ha gustado lo que he visto, no me ha gustado revivir en mí la sensación de querer dar una patada a todo, quitar aquello que simplemente molesta.
No sería yo de no ser por las batallas que libro. Perdería la personalidad por el camino si me deshiciera de mis desvelos: pero soy un ser humano, y a veces me canso de ser un punto de mira, un blanco, una diana, un cajón desastre. Como ser humano, me duelen los enfados des-motivados, pagar por lo que creo que no he comprado y sobre todo, sentirme castigada: especialmente ahora. Ahora que intento ejercer una libertad de expresión y pensamiento que me lleve a desarrollarme como persona como a mí me gusta: sin hacer ruido. Ahora que intento estar dispuesta cuando alguien lo requiera, sacando ganas desde la poca disposición de los hechos a hacerme un guiño en los últimos tiempos.
Luego ha habido tormenta y la vulnerabilidad se ha reflejado al mismo tiempo que los relámpagos en los cristales de la oficina. El ambiente ha quedado fresco antes de que los truenos empezaran otra vez. Han vuelto el bochorno y el sudor. Solo que esta vez no tenía miedo.
No me juzgues no, no me juzgues por caminar.
Y enfádate si quieres, que no por ello voy a parar.



Gracias, sonrisa de verano.

jueves, 22 de agosto de 2013

Inspiración de oficina

Hay golpes pequeños que son mortales dependiendo del lugar y la fuerza con que se apliquen. El hachazo recibido en un día cualquiera como pueda ser hoy no va a ser el que me mate, pero sí va a ser quizá el que te baje del trono, y eso también duele. Creo en el karma, el círculo de la vida, las acciones que vuelven y los precios a pagar. Creo que las malas personas antes o después reciben su castigo, la vida llega tarde o temprano con su factura. Pero también creo que la decepción que supone pensar que alguien no sea buena persona, o al menos tan buena como tú la creías, puede ser un dolor profundo e insoportable.


Después de sacarme las lágrimas he empezado a pensar en aquello que provoca mi sonrisa, en mi rotunda negativa a que el golpe me hunda, por mucho que en el impacto me haya tirado al suelo. Y es por eso que hoy te necesito, necesito ver tu sonrisa, y que vengas, como ya viniste cuando al tenderme tu mano y buscarme encontraste un alma rota que te entretuviste en componer con tus ilegales manos.
Cúrame el ala, que pueda volar otra vez si no puedo quedarme contigo.

lunes, 19 de agosto de 2013

La playa

Y así, sin la percepción que podía suponer el acto de avanzar, dejar cosas atrás, mirar la arena para no encontrar las huellas hace un momento marcadas nunca más, con la seguridad de haber almacenado cada recuerdo, guardado cada ruta y atesorado cada palabra bonita, dejó que la brisa ejerciera su voluntad y se encargara de sus pasos. Ya no tenía por qué oponerse a nuevos e indefinidos rumbos, pues bien sabía que allá donde fuera también saldría el sol, también habría tormenta…
Había vendido su casa, vaciado sus bolsillos y despojado su vida de aquello que le pudiera recordar una vida que no fue, un sentimiento que murió, de pena, en la soledad de haberse creído inventado para dos. Todo muy poco a poco. Un incendio de recuerdos y verdades a medias estaba consumiendo su alma. Todo muy poco a poco. Apenas unos días antes descolgó la última foto de la pared, ya sin rabia o recelo, sin felicidad. Hasta que llegó el rescate. Alguien se coló en su casa, sin permiso, sin maneras. Le quitó todo: hasta sus miedos. Aún mientras veía unos brazos extraños rodear su cuerpo, una parte de su ser se aferró a una memoria pasada; aún por un momento se torturó con el desbanco de sus emociones.
Pero poco, muy poco a poco, empezó a reaccionar, a sentir una extraña atracción por el deseo de posesión que lo intruso provocaba. Cedió, como cede ante la vida aquel que lo  ha perdido todo. Se fundió con lo extraño, no daré más detalles, y tras el paso del huracán sintió la fuerza que le faltaba para escribir un nuevo episodio. Corazón en mano y tembloroso, sentimientos indefinidos y ganas de escapar le movían ahora. Quizá, pensó, a veces nuestras mitades han de encontrarse por un momento. Quizá hay personas que aparecen de mundos donde también se ahogan y vienen a enseñarnos algo, a recordarnos que estamos vivos. Quizá, ¡Ojala!, la otra parte también aprende. Lo importante es que después se marchan sin hacer ruido. Y no duele. No hay lágrimas, pues suele ocurrir que el rescate se produce cuando las has agotado todas.
Y así, sin la percepción que podía suponer el acto de avanzar, dejar cosas atrás, mirar la arena para no encontrar las huellas hace un momento marcadas nunca más, con la seguridad de haber almacenado cada recuerdo, guardado cada ruta y atesorado cada palabra bonita, dejó que la brisa ejerciera su voluntad y se encargara de sus pasos.

…y nunca miró atrás, para que se le olvidara el tiempo que le habían robado.











Gracias, sonrisa de verano.

sábado, 10 de agosto de 2013

Amor a quemarropa

El alivio que queda tras un dolor que no te deja respirar; sentir, como sintió ella que no era el fin. Un suspiro, ese momento tras una despedida en que una de las partes mira hacia atrás y ve partir lo que hace un momento lo rodeaba. El método más rudimentario, la medicina ilegal. Sudar, reaccionar, permitir ahora por si luego está prohibido. Llegar y disfrutar la sensación de haberlo conseguido.


"Dispárame" le dijo a la vida mientras se quitaba la ropa. "Dispárame, que ya estoy lista para mirar al sol".





lunes, 5 de agosto de 2013

Just...

Hoy pediría un abrazo reparador. Un abrazo para desquitarme de la fuerza que sale de mí cuando alguien a quien quiero pierde la suya. La fuerza que impulsa a dejar el descanso y unirme a la batalla; ese movimiento imperceptible del corazón que aunque agotado, se aferra a la vida, al suave movimiento de los pulmones, al oxígeno, a la ilusión que ahora es un recuerdo. La fuerza de las tardes que parecen perdidas, los anocheceres sin ganas, la falta de sueño. Tener sueño y tener sueños, la importancia de un plural. Una ese que de caerse arrastraría con ella los proyectos por cumplir, el empeño y los pasos que a pesar de ser pequeños perfilan un sendero de bienestar futuro. La decisión, la claridad de ideas... perderían su sentido de no ser por la fuerza, pequeña fuerza, que pinta, una S en nuestras vidas.
Una S plural. Una S de SIGUE.



Hoy pediría un abrazo reparador, y dejaría caer todo lo que siento, a cambio de sentirme pequeñita por un momento.

sábado, 3 de agosto de 2013

Palabras de Otros IV

Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loca, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar.

Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos varados en la única playa del mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a destiempo, inconexo y mal.

Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos… nah.

A lo que iba.

Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creímos resuelta, por ser incapaz de despejarla hasta el final. Sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no.

Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se te note. Que nadie descubra esos ojos tuyos subrayados con agua y sal.

Eso sí, cuando sepas de mí, intenta no dar portazo a mis recuerdos. Piensa que llevarán días, meses o puede que incluso años vagando y mendigando por ahí, abrazándose a cualquier excusa para poder pronunciarse, a la espera de que alguien los acogiese, los escuchase y les diese calor. Son aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que construimos un futuro que jamás fue, son esas anécdotas estúpidas que sólo nos hacen gracia a ti y a mí, escritas en un idioma que ya nadie practica, otra lengua muerta a manos de un paladar exquisito.

Dales cobijo. Préstales algo, cualquier cosa, aunque sólo sea tu atención.

Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.

Nada de todo esto debería turbar ni alterar tu existencia el día que sepas de mí. Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final.

A partir de ahora, tú tranquila, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mí.

Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonta y disimula.

Haz ver que me olvidas.

Y me acabarás olvidando.

De verdad.

(Risto Mejide)