lunes, 23 de septiembre de 2013

Regalo

No te ofendas, pero he sido muy obediente.
Reciclé los sentimientos, los metí en cajas.
Me decidí a aparcarlos por un tiempo, para que no dolieran.
Me compadecí de ellos, los miré y cuidé;
pobrecillos, nunca tuvieron una oportunidad.

Hasta que él llamó a mi puerta.
Me provocó y me sonrió para entrar en mi casa.
Cuando se ganó mi confianza entró a mi ático;
y los rescató a todos.
Y los cuida.
Y cada día abre una caja.


Y todo, todo lo que tenía para darte, no te ofendas,
pero se lo he regalado.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Este verano me ha hablado de sensaciones que alegran y aterran al mismo tiempo. La combustión de los sentimientos, el ahogo de lo que está por venir y la certeza de saber como sé que todo podría cambiar en cuestión de minutos.
Este pequeño fénix arderá de nuevo, esta chica vio quemarse su casa, también su corazón, pero ya no tiene miedo. Ser feliz es la mejor filosofía de vida, desechemos aquello que nos causa malestar, reunámonos más a menudo y busquemos los motivos para que no nos importe que el mundo explote mañana.

Y mañana puede que llore dos, tres días, una semana o un año entero, pero intentaré recordar los momentos en que fui feliz. Haré que bien valgan una lágrima.

Tú haces que cada día merezca la pena existir.









Gracias por todos los consejos, Pablo.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Caminos de ida.

Anduve despistada. La claridad del día se me antojaba cegadora tras los despistados pasos en la penumbra de un túnel del que nunca creí salir. Tenía los bolsillos tan vacíos como el corazón, y caminé, con el brío certero del que ya no esperan en ningún sitio, con la prisa de quien no sabe a dónde va.

Anduve mucho. La soledad me daba una flexibilidad que me permitía hacer y deshacer rutas, sentarme en el suelo y contemplar el paisaje.

Anduve, anduve y me confié. Hice del mundo algo mío y creyéndolo en mi bolsillo fui capaz de vendarme los ojos y andar descalza por las vías del tren. Me enamoré, me enamoré de la vida, del instante, del riesgo.


Te quise olvidándome de la inanición.
Me llené los bolsillos...de caminos.








Era tan pobre, que no tenía más que dinero.
Joaquín Sabina

sábado, 7 de septiembre de 2013

No hubiera creído al que te nombrara hace apenas unos meses.
Septiembre trae consigo ese sentimiento de una especie de cuenta atrás: los meses que acaban en -bre, son casi siempre sinónimo de cambios, rutinas y esperanzas; en otras palabras, asuntos que zanjar.
Reconozco me encuentro impaciente; a pesar de los intentos por vivir al día y disfrutar ese momento que apenas acaba de irse, una parte de mi quiere adelantar el reloj y echar un vistazo a diciembre, por ejemplo, por la curiosidad de descubrir lo que ahora se antoja como cualquier posibilidad, pues creo poder afirmar que este está siendo el año más dispar de mi vida.


Ahora que es tarde, que ya he metido la pata, que el daño está hecho y no parece haber vuelta atrás; ahora que los pies han despegado del suelo y que podría darlo todo de nuevo en la certeza del error: ahora que la medicina es equívoca pero funciona, ahora tengo que pensar en maletas de nuevo.
Has conseguido que no quiera irme. Me has conseguido.
Y lo que más rabia me da, es que precisamente por eso, me tengo que ir.






En Comala comprendí, que al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver...
J. Sabina.
A la chica que se dormía pensando en ti:


desde aquí me siento orgullosa de tu emancipación. Sabíamos que habríamos de separarnos llegado el momento de la nueva inyección, de una ola de calor abanicada por una sonrisa que, a pesar de su condición de fenómeno que igual que viene se va, arrastra consigo lo que queremos borrar de la arena.

Te diría que no dejaras de soñar aun así, pues era condición humana y bonita la tuya de imaginar lo que anhelabas como forma de conciliar el sueño; la vigilia de los deseos llena de una paz que hay que saber controlar para separar posibles de imposibles. No, no dejes de soñar a pesar de todo porque hay sueños que se hacen realidad, pues pronto llegará el día en que quizás, cuando abras los ojos, tu sueño dormirá a tu lado.