jueves, 15 de junio de 2017

Sabiendo que mis miedos ya no hablan

Si hoy a pesar del cansancio acumulado de la tensión que genera un fin de curso tengo ganas de escribir es por lo que para mí representa el 14 de junio y, en especial, este.
Que sí, que esta entrada ya queda publicada en 15, pero repito, el final del día de hoy va tan tarde que ha empezado otro y me ha pillado cenando.

Estamos en una semana supersticiosa, de esas de "hoy es martes  13" "vaya, y mañana miércoles 14". Y lo cierto es que hace cuatro años ahora estaba yo recién llegada de Praga y celebrando mi graduación. Mi vida giraba más rápido de lo que podía asimilar y cuatro años después se acelera el corazón como si volviera a experimentarlo todo.

Cambiaría cosas. La celebración del barrio de San Antonio tendría más sentido si el Antonio más importante de mi vida siguiera a nuestro lado.
No te habría declarado mi amor de haber intuido el patinazo, y no habría puesto mi vida al filo de un barranco unos cuantos meses después de haber sabido que mi consentido me apuntaba con un arpón.

Podría no acostarme hoy y hablar y reflejar el dolor, la incertidumbre y los miedos. Caídas, subidas y bajadas. Y me aliviaría mucho, pero no cambiaría nada, así que resumo.

Hoy hace cuatro años desde nuestra graduación. Y han pasado muchas cosas. En apenas tres horas hemos tenido que actualizar los últimos veinte meses que han pasado desde que nos vimos y quizá por eso ahora sentía yo nostalgia de escritura. Porque he vuelto a Ciudad Real, al sentimiento que se creó y que sigue presente. He vuelto a mis ratos de música, velas y ordenador soñando con el 4º D.
Me he visto a mí misma hoy pensando de nuevo si no sería bonito que el final nos uniera. Pero lo más importante es que nos he visto a los tres juntos de nuevo, como esa pequeña familia que creamos en Toledo 53, con las mismas bromas pero el peso de la madurez a nuestras espaldas.

Y soy feliz por ello aunque hoy ha sido un día muy largo.


Buenas noches