Cada gota de la ventana y la luz de los coches marcaba el recuerdo de un beso la noche anterior. Un viaje, un aeropuerto, una llamada perdida para decir "Ya he llegado" y unas sensaciones que no se parecían ni un poco a las del año anterior.
Aunque quiera, no puedo describir únicamente con las palabras cómo me sentí aquella tarde. Pero el escalofrío que me recorre al recordarlo me hace pensar que las cosas no han cambiado tanto: ni los sentimientos. Me hace darme cuenta de mi postura en un punto muy parecido; el de no saber a dónde voy, pero estar metida hasta el cuello en algo que de no quitarme la vida, mantendrá una llama para siempre.
Mi corazón no volvió a ser el mismo.