A esas alturas ya tenía más importancia que cada día pasara algo nuevo, que cualquier otra cosa del mundo. Ya no se dignaba siquiera a preocuparse por el qué dirán o el qué vendrá; dormía sobre los filos y abrazaba inquietudes como algo rutinario, ¿Qué era la vida, sino una montaña rusa?
Hasta que un día despertó...y ya nunca volvió a soñar.
Por montaña rusa que sea, mejor seguir abrazando inquietudes, pero soñando.
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