martes, 22 de mayo de 2012
En época de exámenes siempre me duele el corazón. Y es que si todos los finales de curso son tristes este quizás suponga un cambio que nunca olvidaré.
Cuando rellene las últimas líneas del último examen tendré que venir a recoger las cosas, a quitar los cuadros y a archivar papeles. Tendré que deshacer la cama, guardar los libros y vaciar el armario. Lo peor y lo que más daño me hace es que aún no he aprendido a empaquetar recuerdos. No sé qué hacer con cada momento que está pegado a las paredes. No sé cómo escribirlo, archivarlo en mi memoria, no sé cómo llevármelo conmigo para siempre. Ojala siempre pueda cerrar los ojos y volver a esta habitación y con ella a todas las personas que alguna vez que otra pasaron por esta casa y más aún por este dormitorio que siempre fue despacho, centro de reuniones, descanso de sobremesas y almacén de risas.
Yo no digo que lo que me espera vaya a ser malo, seguramente traerá muchísimas cosas buenas de las que luego igualmente no me querré deshacer... pero ahora, ahora duele pasar por este trance. Ahora verano, tu llegada me duele más que nunca porque me arrancas una parte de mi vida que no volverá. Ahora verano...hazte rogar.
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Los recuerdos no se empaquetan, algunos se diluyen, otros permanecen caprichosos, y algunos, para tu sorpresa, no sabes dónde encontrarlos.
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