viernes, 28 de septiembre de 2012

Ahora...

Ahora que estoy debidamente instalada creo que puedo retomar mi escritura casi por donde la dejé.

Ya ha pasado la primera semana en Praga y la verdad es que tanto papeleo y organización casi no me ha dejado disfrutar de la ciudad como debiera. No obstante, estoy ya autorizada para recomendarla encarecidamente y plasmar en unas líneas que su belleza no tiene límites, que cada edificio parece contarte una historia y que el río... bueno, yo creo que el Moldava roba a quien lo visita un trocito de su corazón y se lo queda para siempre.
Si bien es cierto que la periferia guarda el recuerdo estético del comunismo por aquello de los edificios iguales con esos tejados naranjas, Praga se ha convertido en toda una capital llena de posibilidades pero con algo distinto: esa magia de ciudad de cuento que no le han podido arrebatar los años.



En lo que a mí respecta me encuentro bien; pienso que cada día es una oportunidad de hacer algo nuevo o conocer a alguien distinto, sin quitar eso mi recuerdo de aquellos que están lejos, pero que siempre están; empezando por mi mitad, mi gran apoyo y mi sonrisa diaria y terminando por los que no se dan a vista pero quieran o no viven en mí. Esto al fin y al cabo también sirve para entender un poco más lo que vale la pena y lo que no. Esto sirve para aprender que si cuando vuelva estás será perfecto y si no estás será perfecto porque la felicidad consiste en permitir que todos los sucesos sucedan.



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