domingo, 19 de diciembre de 2010

Navidad, esa gran época.

Navidad, esa gran época en la que hacemos de dos (quizás tres...) días, unas vacaciones de 20, quizás más si eres universitario, en las que nos movemos de tienda en tienda y sonreímos porque el calendario así lo marca.
Creo que me he vuelto muy pesimista respecto a ese gordo que viste de rojo y tres kamikazes que corren detrás de una estrella que les ha parecido ver.
Quizás los años me hayan enseñado la parte más oscura de la Navidad, esa que antes no podía ver. Los que no pueden tener Navidad, los que "han perdido a su Estrella", o los que simplemente se olvidan de que Navidad es algo más que un regalo.
Poner el Belén en casa era una ilusión; en Nochebuena siempre huele bien a la comida de mamá (comida para el resto de las Navidades) y a veces incluso, sonaban los villancicos por toda la casa.
Si...
realmente veo todo más gris ahora. Ponemos el Belén por compromiso, ya no hay villancicos; esta Navidad trae lluvia y no nieve y, qué más quisiera yo, que irme a casa con todos los exámenes hechos en lugar de pringar hasta finales de enero.

Pero es Navidad (según el calendario consumista). Y toca estar en familia; tocan encuentros. Por suerte mi buena memoria me permite recordar dulcemente otras navidades mucho más inocentes, mucho más ilusionadas. Todavía paso con una sonrisa por esos pasillos rosas, llenos de esas barbies que ya no son lo que eran y esos nenucos que cada día hacen más cosas. Quién sabe si habrá que ir también a la cabalgata a recoger caramelos.
Y es que mi niño interior me está dando "unas patadas" terribles, porque anhela las navidades que un día vivió.

Me llenaré de ilusión y rezaré; a ver si estas fueran lo más parecidas posible.

1 comentario:

  1. Me temo que el "espíritu de la navidad" requiere, aparte de fé para quien la sienta así, de un corazón infantil que se impregne de ella.
    Deja que el niño siga pegando patadas y salga a jugar. Disfrutarás muchos más

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