jueves, 14 de febrero de 2013

Cuestión de ser... políticamente correctos.

Ciertamente, me estoy sorprendiendo a mí misma. Este no es mi estilo, ni mi temática. Yo soy más de valorar los hechos y tomar mis propias decisiones, no suelo hablar de política, y sin duda soy una gran enemiga de esos politicuchos de facebook, que todos los días suben artículos, se indignan y claman al cielo por causas de las que sin duda saben la mitad, no habiendo considerado todos los ángulos de vista, todas las raíces y sus consecuencias (ojo, que yo tampoco lo hago, pero por eso estoy calladita).

Me gusta aprender de cada persona y cuando veo a alguien con un punto de vista muy radical, aparte de estar de acuerdo o no siempre pienso por un segundo: "Bueno María, y si tú estuvieras en su lugar, ¿Qué pensarías?" y últimamente con todo esto del Erasmus y las distintas "nacionalidades" estoy más metida en el terreno de las opiniones independentistas.

Mi relación con la política siempre ha sido más bien escasa, he seguido mi propio criterio de forma silenciosa, nada más. Sé que ha de importarme y sé que realmente debemos ejercer nuestros derechos para que las cosas vayan por el camino correcto (también nuestras obligaciones). No sé de política; pero mi padre, aparte de enseñarme que tenía que estar en el ajo me gustara o no porque nos toca a cada uno por igual, me enseñó lo que está bien y lo que está mal, y de eso sí sé.


Por eso me parece mal que haya personas de mi entorno engañando, literalmente, a gente de otros países con frases como "Galicia es un país dentro del Estado Español" o, "Soy catalana, no española". 
Cierto es que a mí estas cosas como siempre digo me pillan de lejos, porque como chica "del medio" digamos que opino, callo y las veo venir. Yo no vivo con el problema de tener que estar siempre guerreando, yo no vivo tratando de demostrar algo. Yo vivo para desarrollarme como persona y vivo sabiendo dónde he nacido, cuál es mi nacionalidad e incluso me atrevo a decir que la adoro, aunque haya ineptos con los bolsillos llenos de dinero cargándose la poca reputación que nos queda.

Pero realmente me hace gracia, me hace gracia que me pongas la buena cara y que luego en la espalda seas tan independiente, tan negada y tan segura. Me hace gracia porque te he tendido mi mano, te he ayudado en lo que he podido, tomas mis utensilios, mi ordenador y compartimos espacio. Creo que realmente confiaba entre una relación de respeto como compañeras, creo que esperaba aguantar tu chirriante y alarmante (a mis oídos) mal aprendido castellano porque tú serías capaz de mirar la bandera que cuelga de mi pared, peculiar forma mía de traerme la casa al país ajeno. Cuando de cara al público te veo perder todos esos papeles delante de mí, me vuelve el escepticismo y por qué no decirlo, viene acompañado de bastante mala leche.

Esto no es Madrid-Barça, esto es un mutuo entendimiento que debería venir de unos valores adquiridos en casa.  Y no me gusta porque de por sí no me gusta en general la gente de doble cara, sea cual sea su procedencia.







Me siento un poco rara escribiendo estas líneas que voy a publicar sin releer antes de pensar que puedo estar metiendo la pata, pero creo que más que dar una opinión política, lo que necesitaba era desahogarme.


Buenas noches, que ya es hora.

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