lunes, 5 de septiembre de 2011


Con los años, la vida nos llena de grandes motivos para no querer crecer. Debí hacerle caso a mi padre y mantenerme en una edad que no pasara de un dígito para el resto de mis días.

Una de estas razones de peso es mirar con hostilidad a tu alrededor, cayendo en la cuenta de que las personas que te rodean no cumplen las expectativas que diste para ellas; llenando todo de egoísmo y una visión que se centra demasiado en el orgullo y los defectos, que no deja de ser una propia proyección de los nuestros, exigiendo a los demás la mitad de lo que nos exigimos a nosotros mismos... esperando ser correspondidos como nosotros correspondemos o que al menos se interesen por nuestra vida como nosotros nos olvidamos de interesarnos por la suya.

No, no es tan bonito como me lo contaron.

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