Mi peor defecto se ve apoyado o relacionado con la mejor de mis virtudes; y es que aunque debo seguir en el esfuerzo diario de controlar mi genio, que me lleva a exageradas preocupaciones y desaires por las cosas que no salen bien, también sé que en un minuto puede cambiar todo de repente, dibujándose una gran sonrisa en mi cara (de esas que me impiden ver de cómo se me entornan los ojos, y que casi siempre van acompañadas de un gritito un tanto infantil...)
porque ha llegado una noticia, una palabra o una señal que se hace hueco en tu corazón; que tiene el poder de brindarte lo que la rabia no te dejaba ver, trayéndote de nuevo su calor...
Sí, me siento orgullosa de que me hagan feliz las cosas pequeñas.
¡Así que vámonos a Madrid!
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