miércoles, 16 de enero de 2013

Lágrimas de sinceridad.

No llegó a caer la lágrima porque estaba haciendo fuerza contra la silla. No rodó por mi cara porque miraba hacia arriba sujetándola a pesar de que me estaba impidiendo ver con claridad; pero es que cuando llegas al final de un sendero arduo, lleno de malos ratos que solo tú has compartido contigo, por miedo, por no querer incordiar, por no hacer daño... cuando después de todo eso te sinceras con alguien que está enfrente de ti para escucharte y no juzgarte y lo que es mejor, no te conoce (aunque represente al que te conoce antes de llegar al mundo), cuando le abres el corazón y no te deja hablar porque te está diciendo lo que mucha gente te ha dicho pero hacía mucho que no escuchabas, que tienes los ojos transparentes y una cara que no sabe mentir, que te valores y empieces por respetarte a ti para después respetar a los demás, entonces y sólo entonces las ideologías y los prejuicios se caen y sólo queda la verdad.

Y...ay, qué difícil es sujetar una lágrima cuando sale la verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario