Nunca tuve el mar tan cerca...encontrándome tan lejos.
Nunca estuvo el agua tan dulce y caliente, y nunca temí perder el conocimiento entre el vapor.
Volvería a perder el sueño y con él la razón, el darme cuenta de la ausencia.
Volvería a atragantarme con mi propio corazón con tal de que el mar volviera a envolverme.
Me hirieron las rocas, me acariciaron las olas y me dejé arrastrar.
Y al final... me llevó a la orilla. Y corrí, corrí todo lo que pude para intentar romper ese embrujo.
Pero no debió funcionar, porque aún sueño con él todas las noches.
Parece llamarme y yo, que no quiero que se olvide de mí, le cuento que volveré
sin que me importen los pies que paseen por su orilla:
me vale saber que estará ahí, para cuando quiera perderme otra vez.
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