martes, 15 de febrero de 2011

Cuando quiero recordarte, acumulo todo mi arte y te vuelco en un papel . . .

En días tan estresantes como el de hoy, los recuerdos se acumulan en mi cabeza a modo de salvavidas.


Pero sobre todo me encariño con los días estresantes porque son demasiado predecibles. Creo que uno sabe cuando un día va a presentarse con demasiados asuntos por resolver (quizás nuestra propia culpa de dejar todo para el último momento), con prisas y con cosas interpuestas para no poder avanzar rápidamente...
y aún así, somos capaces de sacar fuerza, meter la marcha y olvidarnos del freno.
Sí, cuando llegue la noche estaré muerto, pero ahora no puedo parar...
Nos acordamos de la cama, del sofá, del café que ni te da tiempo a tomarte, de la llamada que querías hacer.
Pero el día avanza y el ritmo disminuye.
Los días estresantes sirven para recordarnos que no hay que bajar la guardia, pero sobre todo, existen porque mañana no será otro día estresante para adelantar trabajo, será un día tranquilo porque hoy ha sido estresante, ¡Somos así!




¿Lo mejor?
Siempre habrá quien robe unos minutos de sonrisas.




...y si amanece otra vez, y nada sale bien, por mí que no haya sido.
:)

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