Siempre creí en aquello de que nuestra mente es un pequeño imperio; creo también que dentro de ese imperio hay calles por las que paseamos cuando tenemos tiempo y corremos cuando tenemos prisa, que dentro de esas calles hay embajadas que se ocupan de todas y cada una de nuestras inquietudes.
Últimamente también creo que construimos callejones sin salida. Creo que vagamos de un lado para otro preguntándonos en qué momento llegamos hasta allí, cuando lo que deberíamos preguntarnos es cómo salir...y no nos importa. Y cuando llega el momento de apagar las luces y no podemos ver lo que tenemos delante nos lo imaginamos sin más...para que después vuelva a salir el sol y se nos pase el tiempo entre la realidad y la idealización, ambas tan perfectamente sabidas de memoria.
Yo me he dado un ultimátum. Le he declarado la guerra al imperio y voy a empezar a demoler los edificios, porque ya me di cuenta de que en tu mente, yo soy sólo ese escaparate donde te paras a mirar lo que nunca vas a comprar, antes de seguir andando.
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