domingo, 28 de abril de 2013

El vino, el chocolate y la ropa mojada por el suelo.

Gran tormenta la de esta noche, noche de película. Ha durado poco celebrar que aquí hacía temperatura de 25 grados y sol mientras en mi tierra llovía (quien se ríe del mal vecino, el suyo viene de camino). Y aun así hoy estoy de celebración porque (creo) he vencido mi pánico a las tormentas, ¿Cómo? Estando debajo de una, sin más remedio que ver los relámpagos y oír los truenos, lloviendo como si se hubiera roto el cielo... creo que cuando me he resignado a ver los metros y metros de camino que quedaban hasta llegar a casa (esto pasa por vivir a las afueras) me he resignado a reírme, a disfrutar de cómo caía la lluvia, a liberarme y a escuchar a mi amiga diciéndome que no tuviera miedo, que la madre naturaleza nos quería, porque somos jóvenes y aún tenemos que tener hijos (convincente cuanto menos).

Y ahora que he llegado con la compra, he colgado la ropa mojada, he encendido la vela, he puesto a punto el chocolate y el vaso de vino a ver si me viene la inspiración divina para trabajar, reflexiono sobre estos dos últimos días:


Kasia lo encontró anoche. Después de tirarnos en el césped a dar un repaso bajo el sol (ahora ausente de nuevo) a nuestras vidas, a su forma de esperar el príncipe azul y a mi forma de llevar tanto tiempo esperando que me planteo el abandono, salió a disfrutar de una noche de amigos que ha acabado en tenerla sentada delante de mí, mirada perdida y sonrisa permanente. Yo, desde la alegría de haber llevado razón diciéndole que aprovechara sus oportunidades y que cuando él llegara lo sabría, me he parado a pensar en mi parte de la conversación de ayer y ambas nos hemos reído diciendo que la próxima vez tendríamos cuidado con nuestras palabras, pues parece ser que hay alguien ahí arriba tomándonos muy enserio. Tanto he pensado hoy, que ahora me gustaría que estuvieras aquí secándote conmigo; ésa es mi película y como todo puede pasar en las películas, así me permito creerlo.

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