No te ofendas, pero he sido muy obediente.
Reciclé los sentimientos, los metí en cajas.
Me decidí a aparcarlos por un tiempo, para que no dolieran.
Me compadecí de ellos, los miré y cuidé;
pobrecillos, nunca tuvieron una oportunidad.
Hasta que él llamó a mi puerta.
Me provocó y me sonrió para entrar en mi casa.
Cuando se ganó mi confianza entró a mi ático;
y los rescató a todos.
Y los cuida.
Y cada día abre una caja.
Y todo, todo lo que tenía para darte, no te ofendas,
pero se lo he regalado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario