sábado, 7 de septiembre de 2013

No hubiera creído al que te nombrara hace apenas unos meses.
Septiembre trae consigo ese sentimiento de una especie de cuenta atrás: los meses que acaban en -bre, son casi siempre sinónimo de cambios, rutinas y esperanzas; en otras palabras, asuntos que zanjar.
Reconozco me encuentro impaciente; a pesar de los intentos por vivir al día y disfrutar ese momento que apenas acaba de irse, una parte de mi quiere adelantar el reloj y echar un vistazo a diciembre, por ejemplo, por la curiosidad de descubrir lo que ahora se antoja como cualquier posibilidad, pues creo poder afirmar que este está siendo el año más dispar de mi vida.


Ahora que es tarde, que ya he metido la pata, que el daño está hecho y no parece haber vuelta atrás; ahora que los pies han despegado del suelo y que podría darlo todo de nuevo en la certeza del error: ahora que la medicina es equívoca pero funciona, ahora tengo que pensar en maletas de nuevo.
Has conseguido que no quiera irme. Me has conseguido.
Y lo que más rabia me da, es que precisamente por eso, me tengo que ir.






En Comala comprendí, que al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver...
J. Sabina.

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