viernes, 31 de mayo de 2013

"...agarra el cordel con esa fuerza de quien ha perdido casi todo" - Ismael Serrano


Virginia Woolf desafió al modernismo británico del siglo XX jugando con el subjetivismo y el monólogo interior. Las experiencias cotidianas y reales de nuestra vida quedaban filtradas por la percepción de sus personajes. Ella definía como “Momentos de vida” aquellas situaciones en las que somos conscientes de nuestra propia existencia, nuestra presencia en el mundo, la maravilla de lo que nos rodea y la suerte de podernos apoyar en el pasado para seguir caminando, sintiéndonos afortunados. Estos momentos lúcidos quedan ambiguos si los consideramos desde la óptica de una grandiosa mujer que decidió acabar con su vida arrojándose desde un puente. De haberse dado la oportunidad de envejecer, seguramente Virginia Stephen, como era su nombre de soltera, nos habría dejado muchas más enseñanzas valiosas e inmortales.


Yo me alegro de haber tenido la oportunidad de conocerla a través de sus escritos, primero en el ámbito más personal, en su carácter arraigado en su creencia del derecho de la mujer; después en lo profesional con todas sus obras. 



Ahora recuerdo que en el cambio de mes de abril a mayo le pedí a este que se portara bien conmigo y lo cierto es que creo que ha hecho todo lo que estaba en sus manos. Mayo me ha traído emociones del pasado, muchos sentimientos arraigados de momentos que ya se han ido y una parte de mí quiere recuperar. Mayo me trajo una preocupación fuera del alcance de mi mano que ha resultado resolverse: hoy, sabiendo que ya estás curado y que todo está en orden, respiro mucho más tranquila que semanas atrás. En mayo me has apartado de tu vida radicalmente y a pesar del pánico que siento al pararme a pensar en las consecuencias, que supongo, serán palpables desde el momento que pise Barajas, puede que esté hasta un poco agradecida. Es ambiguo, lo sé, pero no he tenido más remedio que aferrarme a lo único que tenía aquí: yo. Y cuando eso fallaba estaba él, que tiene el don de llegar en el momento justo con la palabra apropiada; la prueba más clara de que no hay distancias.
Me he recuperado, he trabajado cuando tenía fuerzas y cuando no, soy yo misma, no me he perdido; me he lanzado al ruedo y he salido por la puerta grande.


Por eso hoy, califico estos últimos días de mayo como "Momento de vida" o, en lengua nativa de la escritora, "moment of being". Mayo se irá en apenas unos minutos y me atrevería a decir que es el cambio de mes que más acusamos. Primero porque como dice mi abuela "ya hemos mediao el año" y segundo porque sentimos el verano más cerca y las cosas parecen tener una óptica distinta cuando se miran desde el sol y la buena temperatura (cuando llegue).


Pero ya no te temo, junio. Esperándote estoy, con los brazos abiertos.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Ni siquiera queda poco.

Ni siquiera queda poco: quedan días.
Ni siquiera es medio mes: es una cuenta atrás.

Me pesa que el reloj marque las doce, porque cada día que se va es un pequeño tesoro robado por el tiempo y cada día que viene supone el reto de quererlo vivir, intensamente, 24 horas. La impotencia de no poder disfrutarlo como me gustaría y pasear todo lo que quisiera por la ciudad que me ha robado el corazón es un lazo que me va ahogando muy lentamente. No veo el final del camino, no veo el momento de echarme a la calle para el disfrute de cada adoquín y cada fachada.

Y espero que cuando ese día llegue y alcance mi preciada libertad me sepa a una vida. Porque después...recibiré el seco y doloroso golpe de tenerme que ir, dejando aquí nueve meses de mi vida, muchas personas y unas vistas que espero el tiempo no borre de mi memoria.

¿Y después?

Después vendrán los reencuentros, que siempre se mojan por una lágrima que no sé bien si quiere decir "me alegro de estar aquí" o "ya estoy echando de menos lo que he dejado" y tras el revolcón con mi abandonada durante cinco meses y amada cama, me despertaré y el día consistirá en una serie de preparativos que me llevarán a media tarde al final de otro camino: la carrera.
La graduación supondrá abrazos, risas, orgullo paterno y nostalgia. Los amigos que quedan, los momentos que se van. La vida vuelve a separarme de algo que quiero.

La graduación terminará con la acogida de mi antiguo hogar para pasar la noche, o la mañana, según terminemos. Volveré a sentarme en el borde de aquella cama y con una sonrisa bastante nostálgica pensaré que si las paredes pudieran hablar no dejarían a nadie indiferente. Vuelvo al sitio donde todo empezó, a decirle adiós para siempre con las mismas personas que emprendí el camino (y algún nuevo fichaje).


Estos días me hace mucha gracia pensar qué habría sido de mí de no haber llamado al anuncio de la inmobiliaria mientras nos comíamos un bocadillo sentados en la plaza leyendo el periódico. Qué habría pasado si hubiésemos elegido el dúplex en lugar de aquel piso que nos gustó por tener armarios empotrados a pesar de que residí tres años en la única habitación que no tenía. Eso ya nunca se sabrá: ahí reside la magia de las decisiones en las que vamos basando nuestro camino, el de nuestra vida.

Me aventuro a decir que de no haber sido "los de la Calle Toledo" mi vida ahora sería muy distinta, pero lo cierto es que no cambiaría ni un sólo detalle, ni una sola conversación de balcón, de habitación, ni una broma, ni una subida en ascensor.
Cuatro años han pasado... cuatro y sigo casi donde empecé:
emplearé ese motivo para evitar la nostalgia.



Por ahora... Praga.





Quizá esto es una forma de remover el cuerpo muy temprano, aún quedan días. 
Pero mejor fuera que dentro.
Cuando todo pase, quedaré a prueba de bombas.





lunes, 27 de mayo de 2013

Flor de Primavera

Se va a marchar una semana que con poco ha terminado mejor de lo que empezó. Y a pesar del mal tiempo que no parece quererse marchar entre viento y lluvia, yo tengo pensamientos primaverales.


Mi devoción por las rosas y los tulipanes de color amarillo es casi de dominio público, pero hará cosa de unas semanas que mi subconsciente utilizó esa preferencia para mostrarme mediante un sueño la situación actual en la que me encuentro, mostrándome una amplia gama de tulipanes amarillos...y rojos.
Como tengo buena memoria y sé retener los sueños cuando me levanto freudiana y considero que intentan decirme algo, me dirigí a la persona que mejor los sabe interpretar (y que lo hace acorde a lo bien que me conoce) y que siempre emplea la misma frase cuando lo hace: Tienes un subconsciente muy sutil a la hora de decirte las cosas.
En ese momento empezamos a considerar los significados de los tulipanes. Resulta, según me he documentado, que el tulipán amarillo y su más bien moderna popularidad a la hora de hacer un regalo y expresar sentimientos de felicidad, posee el significado del amor sin esperanza; mientras el rojo, por el contrario, representa el amor, el amor verdadero y lo que es más importante: la creencia en el amor.

Después de la magistral clase de jardinería caí en la cuenta de que la interpretación fue certera y mi situación similar: los últimos acontecimientos han puesto muy a prueba mis capacidades emocionales; he pasado por el escepticismo, la ignorancia, la impotencia y la tristeza, los más diversos tonos amarillos que se le puedan atribuir a un tulipán. Ha sido un proceso de renacimiento, marcado por la misma escritura, las líneas que me han llevado poco a poco a ser yo misma otra vez a pesar de los malos momentos, a recuperar mi esencia. Dicen dicen, que lo he hecho bien, que he sabido demostrar que sigo siendo yo y no perderme en el camino que ha supuesto pasar este año lejos de casa  ;)  . Si es cierto o no, no me toca a mí valorarlo, pero hoy por hoy una cosa si es cierta: elijo tulipán rojo.

No tengo a quien regalárselo, ni quien me lo regale, pero no es eso lo que me preocupa. Lo importante es que estoy dispuesta a dar el primer paso, el que supone volver a creer, con todas las letras, en el amor y las cosas buenas que eso trae. Estoy dispuesta a esperar porque quiero que esta vez la espera merezca la pena; estoy dispuesta a volver a creer en unos ojos que sólo me miren a mí.




Hoy me quedo tulipán rojo, aunque no por ello me han dejado de gustar los amarillos.







viernes, 24 de mayo de 2013

El problema





Es imposible que me olvide de ti. Lo sé porque varios años después sigo siendo incapaz de dormir si no es pensando que vienes a buscarme y te quedas para siempre.


Y hoy que no tengo ganas de dormir porque he sentido muchas y diversas emociones a lo largo del día, vuelvo a darle vueltas a la historia. Y repaso los detalles acontecidos y los que se quedaron por pasar. Y no paro de preguntarme por qué por qué por qué...


Y me acuerdo del pobre Atlas que cargó para siempre con el peso del mundo, o en los diabéticos que viven siempre atados a la obligación de una dosis de insulina diaria (o dos, como dice mi abuelo cuando se le va la mano). Y pienso en si serás tú mi patología particular y pierdo ratos y ratos pensando en lo que no es posible y me sumo en una impotencia que es muy dulce, y sabemos que lo dulce engancha.

martes, 21 de mayo de 2013

La Grandeza de Lo Pequeño

Hoy digo que no a la espiritualidad, los rezos y la meditación. Hoy digo que no a las misas y los rituales.
Y no... no es que haya perdido mis creencias.
Es que creo que no hay nada más satisfactorio que estando al otro lado de la pantalla y a tantísimos kilómetros de distancia, tener la certeza de haber hecho sonreír a alguien cuando tú no tienes ni ganas, ni fuerzas, para respirar.

lunes, 20 de mayo de 2013

Voy a intentar ser directa, a ver qué sale.

Dejé una puerta entreabierta. Tú has dado un portazo.
Nunca dije no. Optaste por ignorarme.
Yo dije "Tiempo". Tú has dicho "Nunca".
Ahora no sé si leerás esto, pero poco importa ya.







Un domingo que se va con las lágrimas que trajo.
A penas la primera hora del lunes, y esta semana ya se presenta importante, intensa, rara.
Por los que se van por propia decisión y los que estando lejos queremos seguir estando. Mañana, querido primo, estaré contigo en alma. Ya le has cambiado el motor al coche, esto es sólo ir a pasarle la ITV.

jueves, 16 de mayo de 2013

Lo peor no es que seas imposible. Lo peor es que seas perfecto.

Porque un día de autoestima lo tiene cualquiera, ella se levantó aquel día con muchas horas de sueño en el bolsillo y ganas de comerse el mundo. Ducha y desayuno en albornoz adornados por la música de Frank Sinatra y el que hasta ahora parece su más digno sucesor: Michael Buble. Sonreía mientras se ponía lo mejor que tenía en el armario para verse bien evitando la provocación más directa y pensaba en cómo sería la noche de aquella mañana que tan de película se había presentado.

Terminada la jornada laboral se dispuso a comer en el centro, llevando aún en la cabeza las últimas palabras del jefe de departamento: "Nos vemos mañana.... o en el futuro". Bastaba con eso para mantenerla feliz, a pesar de que la situación con él le hizo pensar que por primera vez en su vida tenía un prototipo de hombre ideal, algo que hasta el momento no había conseguido definir. Ahora, la idealización había pasado a tener una cara, un nombre y un carisma, muy difíciles de encontrar.

Una parada en la oficina de correos y una idea repentina: comer enfrente. Nunca se había decidido a entrar a esas cafeterías "Coffee Lovers" que podían encontrarse en varios lugares céntricos y aquella parecía la ocasión perfecta de tomar un sandwich y un coffee, aunque sin lover.

Una vez encontró una mesa pequeña para no robar mucho espacio, se sentó a contemplar el nuevo sitio con el encanto que tienen las primeras veces en un mundo que parece carecer cada vez más de ellas. Fue entonces cuando lo vio. También cuando él la vio a ella, a cada cual, más sorprendido.
Era el hombre perfecto. Parecía sacado de una película tipo...Los chicos del coro. Vestía quizá demasiado clásico para la época y para la temperatura, pero sin duda lo que más impacto causó en ella, es que estaba escribiendo. Así que ni corta ni perezosa sacó de su bolso el bolígrafo y abrió su cuaderno, el que yo ahora tengo en mis manos:



           "Un chico guapísimo escribe, me mira y sonríe. Pienso en que quizá yo algún día pueda ser escritora; y venir a Praga a verte, a comer tarta y que me sonrían. Que me sonrías. 

He pasado 22 años creyendo que no tenía prototipo de hombre ideal; 4 de ellos convencida de que el hombre de mi vida eras "tú", 6 meses soñando con un imposible y finalmente, exhausta, me siento en un café y encuentro lo que quizá más necesito, alguien perfectamente alcanzable que me recuerde lo joven y guapa que soy, lo bueno que me queda. Hoy es, definitivamente, un día de película; ¿Por qué no? Esta Carrie también merece su Big. Ya va siendo hora de que alguien me vuelva loca con una mirada, que me apunte su teléfono, que haga por conocerme, que se ría por mí y no de mí.

Un cruce de miradas entre nosotros y un par de ellas al infinito para recavar pensamientos. Me pregunto qué estará escribiendo en tinta verde. No paree que esté estudiando. Nuestras miradas se acababan de encontrar, debo estar roja. Me ha sonreído, he devuelto la sonrisa. Y si hoy tenía que ser un día de película, ¿Qué final tendrá? Al fin y al cabo, apenas es la hora de la siesta. Ni siquiera sé su nombre y el misterio sólo hace que me guste un poco más. 

Ojala no se vaya sin decir nada, ¿O debería decir yo algo? "Hola, me llamas la atención, soy española, ¿Salimos?" Muy original. Quizá tenga novia...o lo mismo es gay. 
Sea como sea, hay una realidad: los dos estamos solos y ya hace rato que se terminó el café. 
¿Creerá en el romance?


Para cuando terminó de escribir recordó que había quedado en algo más de media hora y decidió desmontar el tenderete literario y marcharse de allí. Tenía un sobre de azúcar blanco con el número de teléfono escrito y ni siquiera se había molestado en ocultar su intención, esa que sabía que no era suficientemente valiente para llevar a cabo. Cuando lo vio recoger su bolígrafo, su cuaderno, echar un vistazo al estado de la cámara analógica de su mochila y levantarse, esperó a que se fuera primero. Él le dedicó la mejor sonrisa y se fue, y ella detrás, con toda su voluntad. Caminó tras él preguntándose si debía o no debía hacerle aquel "dulce" ofrecimiento hasta darse cuenta que sus caminos iban a separarse. Quedaba tiempo hasta la acordada cita de las 16:35 y caminó tras él unos metros más por una calle que ya no le correspondía. Él la vio. Ambos comenzaron a tocarse el pelo y colocarse las gafas de sol. Cada uno en una acera, en silencio, ignorando lo demás. Ella no contaba con su parada técnica en un banco, así que con una última mirada de soslayo, se fue.

Llegó a la cita con mucho tiempo de sobra y un mensaje que anunciaba retraso, así que decidió sentarse a esperar y así poder releer ahora con más tranquilidad su cuaderno. Para cuando hubo terminado el primer párrafo se dio cuenta del error que podría suponer haberlo dejado escapar y no volver a encontrárselo nunca más. Agarró el bolso y el cuaderno y corrió, corrió desandando el camino que la pudiera llevar a aquel banco, en parte pensando si aquello era una buena idea, en parte sabiendo que de no hacerlo se arrepentiría toda la vida. Pero al llegar ya no estaba.

Le dio tiempo a volver a ser la primera en el encuentro planeado. Volvió a sentarse a esperar. Y entonces pensó, como ya sabia, que la perfección no existe sino que somos nosotros los que damos al momento o a las personas la óptica de lo que deseamos o necesitamos. Pero sobre todo, pensó que las oportunidades no suelen tener un bis y que la próxima vez, no volvería a casa con un sobre de azúcar entre las hojas de su cuaderno.