Me disponía a arreglarme. A salir. Como cualquier otro sábado. Un sábado más o menos tranquilo dentro de mi situación del momento. Acababa de quedarme “soltera” de nuevo. Ella me acompañaba, como siempre. Siempre ella y yo. Ya había pasado aquel verano en el que sólo nos separábamos para comer y dormir. Y como cada sábado, me llamó.
Pero los planes habían cambiado. Ese sábado sería distinto. Ese sábado había otros planes. Íbamos de cena inesperada, con gente inesperada, con una compañía que jamás esperaría tener. Batí mi propio récord estando duchada y lista para salir (y cuando una chica dice lista…dice lista) en menos de media hora; y en unos quince minutillos, ya estábamos en el piso. Rezando, temiendo… es lo que tiene saber que vas a hacer algo con gente que no conoces.
Sí…somos seres humanos asquerosamente materialistas, por eso nos preguntábamos cómo serían, cómo vestirían e incluso, como buenas dieciséis-añeras que éramos…si nos gustarían.
Y así llegaron esos tres chicos. Sí…todos teníamos en la cabeza que las parejas no cuadraban…que sobraba alguien… no era yo, por suerte. Y comenzó la cena, las risas y, posteriormente, aquel momento embarazoso que despertó en mí las más profundas ganas de matar a esa persona de la que tan bien hablo en el primer párrafo.
La noche no fue de las mejores. Ni de las más memorables. Ni siquiera de las que mejor me lo he pasado. Pero aquella noche te conocí. Aquella noche supe que no podía dejarte escapar. Aquella noche despertaste en mí lo que ya llevaba tiempo sin sentir.
Aquella noche comprobé que todos tenemos una estrella.
24/11/2007
Supongo que esta es una de esas cosas que aún no conocía... =)
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