Escuchar a Ismael Serrano mientras miro por la ventana y, casualmente anochece, es una de esas pocas sensaciones que nos hacen valorar lo bello de lo que hacemos, la no-importancia de lo que nos parecen barrancos y una clara aceptación de nosotros mismos, de esa que se hace sin más, aun cuando sabemos que nos quedan mil cosas por aprender y dos mil más por corregir.
Sigo siendo leal a mi idea de compartir un momento conmigo misma a lo largo del día. En este punto de encuentro puedo dejar volar mis pensamientos hacia donde me quieran llevar, quizás buscando las soluciones a los problemas que me atormentan por las mañanas, cuando todo está frío y parece que nunca va a acabar el día.
Y es que a pesar de las cosas que me rodean, creo en mí; y a pesar de las personas que me rodean, no me importa que no crean en las cosas que yo hago.
Y no por eso están bien.
Pero están hechas. Porque lo que nunca hago es parar; lo que nunca hago es rendirme incluso aunque quiera, incluso aunque mis pies sean de piedra su movimiento es constante, no por eso preciso...
Camino...
camino desde ese...principio de incertidumbre
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