lunes, 10 de junio de 2013

Fuente inagotable de inspiración

Descolgando las cosas de la pared, imaginando a mi padre al lado diciéndome que tengo el síndrome de Diógenes y entre la nostalgia que me da tener que meter nueve meses de vida en esta preciosa ciudad en una maleta, he caído en la cuenta de que estaba rasgando folios que de haberse tratado de septiembre estaría archivando con ímpetu.
Rasgar folios es algo insignificante y sin embargo hoy ha sido la prueba más clara de mi cambio: cuando vuelva a España habré simplificado una gran parte de mí y habré dejado muchas cosas en la papelera: la física y la emocional. Se acabó guardar, hace daño. Estoy escribiendo lo más importante que tengo y guardándolo en el bolsillo secreto de la parte de atrás de mi cuaderno para que no se me olvide; pero he roto con el pasado. Hay muchas cosas que no quiero para esta nueva versión de mí. Hago los trazos de los próximos capítulos de mi vida, borradores de una novela aún sin escribir, pero he tirado aquello que al contemplar me recuerda que ha dolido. Ya no merece la pena.
No me había dado cuenta de que he estado cerrando párrafos sin saber que tú eras el gran capítulo, el epílogo  de esta etapa que está por concluir, y sin él no podrá salir el libro a la luz. Reconozco que me aterra la idea de pasar página.

Olvidarte sigue siendo algo que muchas veces intenté hacer, y nunca quise lograr.

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