Si sólo de palabras se tratase, si hubiese suficientes, yo me expresaría con total tranquilidad.
El problema es que a veces faltan las palabras cuando de expresar emociones se trata y mucho más aún si son tan dispares que ni tú mismo aciertas a entender qué es lo que te está pasando.
De ahí mis días de exilio, de tranquilidad, hablar poco, pensar mucho y sentir como si de la última vez se tratara. Unos días para estar conmigo y entenderme un poco mejor, así quizá pronto pueda escribir qué le pasa a esta cabeza mía.
Después, quizá, os cuente si mayo se ha portado bien conmigo, si me ha dejado terminar con todos los proyectos que tengo entre manos; si me ha dejado cumplir todas y cada una de las cosas que conforman una lista de lo que tengo que hacer en Praga todavía. Si estás...si no estás... mi mente quiere vacaciones, desconectar... el corazón no la deja, qué pesado, dice que te necesita.
Ante todo me digo cada día: tranquilidad. No quiero caer en eso de quien mucho abarca poco aprieta, pero sin duda quiero que me dé tiempo a todo.
Oigo la voz de mi padre en mi cabeza: organízate María, organízate.
No es mal consejo el de tu padre, incluso hay ocasiones en las que dicen más lo silencios.
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