2014
De
momento sólo cuento con un balance…una pequeña reflexión, quizá más que nada un
resumen de mi año, pero no tengo conclusiones, no sabría definir en pocas
palabras lo que los meses que se marchan han supuesto para mí; quizá porque ha
sido tanto, tanto, lo aprendido este año, que no puedo más que plasmarlo en
letras que poder releer de aquí a algún tiempo, cuando necesite recordar que la
vida es un círculo que por cada cosa mala una buena te da. Y viceversa.
Empecé por comerme las uvas, decidida a que fueran
el entrante de un menú llamado “vida nueva”, aquella que vino marcada por un
gran cambio en el ámbito sentimental. De hecho, casi podría afirmar que el año
que se está desvaneciendo ha supuesto una montaña rusa de sentimientos que aún
divagan sin haber desembocado en un camino concreto. En cualquier caso y aunque
ahora, me consta, he perdido mucha credibilidad, no fue fácil, ni sencillo. Y
dolió, porque es duro para todos dejar atrás las cosas que un día amamos. Sea
como fuere, el año empezó marcado por el retorno a Praga, donde habría de pasar
casi media docena de meses. Praga fue la maestra, la anfitriona de mi cambio,
una madre que me arropó cuando la mía estaba lejos, mi compañera y mi más
íntima amiga. Aquella María algo irascible no habría de volver de la República
Checa nunca más: aprendí a contar hasta 10, a darle importancia a lo importante
y a restársela a lo banal. Aunque aún me quedaba un error por cometer:
desenterrar una historia que ya creía acabada hasta el punto de equivocarme, de
equivocarte incluso. La historia interminable volvía a abrir sus páginas
momentáneamente y por un instante creí tocarte; sentí, durante unos días, que
podía escribir aquel final que tanto nos intrigaba. Y como ya he dicho, me equivoqué, o eso creí, porque el
tiempo en su caprichoso movimiento me dio, si no el último capítulo, la certeza
de que no estaba loca cuando escribí el prólogo. Ahora necesito algo más de tiempo, para saber
cuán sabios o tontos hemos sido: hagan sus apuestas.
Para cuando retomé el contacto con el calor
español, logré el mayor éxito de mi vida hasta el momento: terminar mi carrera.
Pocas cosas me hacen sentir más orgullosa ahora mismo, pocos tesoros son más
valiosos que sentirse realizado en lo que te gusta.
No habría de ser un verano corriente aquel cuyo
preludio fue un invierno de cambio, y lo cierto es que trabajar en algo que a
priori sonaba a chino para mis oídos abrió mis puntos de mira y llenó un
espacio que había quedado raro, vacío y hasta solitario. Para cuando volví a mirar
al sol tu sonrisa ya le hacía sombra. Tú, ahora, en el momento presente del
teclado, eres, junto a mi carrera, el segundo acontecimiento más importante del
año. Tú, que me devolviste la vida, y queriendo ser parte de ella aún no te has ido. Tú, que eres tan real como
incierto y que ahora me miras con unos ojos llenos de dudas (casi más de las
que pueda tener yo)pero sobre todo de amor del que se siente pocas veces en la
vida, eres mi mayor propósito para el año que entra: eres el que me hace
quedarme y el que ahora, en la perspectiva que da la distancia, me hace ver que
todo lo vivido no ha sido en balde. Y creedme, no lo será; ni siquiera si te
vas. Así me lo has enseñado.
Con el movimiento de las historias que tienen
pronóstico reservado y la marcha incansable de las semanas, me planto en el fin
de año con una mala racha que parece quedarse atrás, pero que como decía al
principio, algo bueno lleva consigo: muy agradecida a todos los que han
demostrado cumplir con creces lo que la palabra amistad significa, y también
muy convencida de que amistad es un sentimiento aplicable a compañeros,
familiares e incluso personas que no ves con la frecuencia que te gustaría. No
voy a nombrar a nadie porque esto no necesito recordarlo luego: viven todos en
mí. Entusiasmada y a la vez asustada si pienso en el designio sentimental: con
mis ganas de luchar y el temor a que este año que entra te aparte de mi lado
asemejándose así al año que se marcha. Pero ante todo con ganas, porque estos
cambios vienen a demostrar una vez más como cierto aquello que llevamos por
bandera y siempre se nos olvida cumplir: hay que vivir el momento. Por eso dejo
aquí el balance, el resumen, pero me decido por el día que vivo, porque en más
o menos medida nuestra mente se está posicionando en lo que nos traerá en enero
y no, no deberíamos olvidarnos de despedir a este diciembre como se merece,
aunque sólo sea porque es el mes más valiente, pues arrastra el peso y el
cansancio de los meses a su espalda, de las cosas que quedaron en el tintero y las
que no salieron como esperábamos; pero siempre se marcha con esperanzas
renovadas, las que nosotros queramos darle: el aliento para la nueva hoja del
calendario.
Dicen que cuando una puerta se cierra se abre una
ventana. Yo quiero abrirlas todas, para empezar desde este mismo momento a
liberar las cargas de diciembre del año que viene; y eso, es un propósito
diario, no de Año Nuevo.
Feliz 2014